Enamorados por la ciencia – Ciencia oral

Las tres bes: besos, bebés y bacterias

El pasado 14 de febrero celebramos San Valentín, asociado con el amor y la afectividad. Si bien es cierto que el amor tiene múltiples formas de expresión, una de las más comunes entre todas las culturas es el beso. ¿Qué hay en un beso? Más de lo que se cree. Sin duda, todos somos conscientes de las implicaciones sociales y románticas de un beso. Pero besar puede tener un significado evolutivo más amplio, dado que especies tan diversas como los bonobos, los perros de las praderas e incluso la especie de hormiga Cardiocondyla elegans también se permiten besar (aunque las hormigas lo hacen con las antenas y no con la boca).1 ¿Por qué? El descubrimiento del beso en varias especies sugiere que facilita el intercambio de información crucial para navegar por las interacciones de los grupos sociales. Además, aunque existen diferencias culturales y sociales en los comportamientos íntimos y de contacto, el contacto interpersonal es un elemento socialmente importante del comportamiento humano con similitudes en todo el mundo (Wright 2022).

Desde el punto de vista de la salud, se sabía que el contacto social estrecho entre humanos estaba asociado a la transmisión de enfermedades incluso antes del descubrimiento de los patógenos causantes de enfermedades. La limitación de las conductas de tocarse y besarse a las relaciones estrechas bien podría haber evolucionado a partir de la necesidad de minimizar la transmisión de enfermedades al grupo que podría resultar del contacto íntimo con extraños. El COVID-19 puso de manifiesto este punto, ya que muchas personas formaron sus burbujas seguras limitando el contacto a sus familias y a unas pocas relaciones íntimas.

Llegados a este punto, quizá se pregunte qué tiene que ver todo esto de los besos con la salud bucodental. El estudio de Kort et al. 2014 indica que una microbiota (el conjunto de todos los microorganismos (bacterias, hongos y virus) que conviven en nuestra boca) salival compartida requiere un intercambio bacteriano frecuente y reciente y, por tanto, es más pronunciada en parejas con frecuencias de besos íntimos relativamente altas. La similitud de la microbiota, sin embargo, no se correlaciona claramente con la conducta de besar, lo que sugiere un papel importante para mecanismos de selección específicos resultantes de un estilo de vida compartido, del entorno o de factores genéticos del huésped.

En 1960, Fitzgerald y Keyes demostraron en sus estudios clásicos con animales que los hámsteres que carecían de microbiota oral no desarrollaban caries aunque estuvieran expuestos a hidratos de carbono. Además, demostraron que cuando se inducía caries en los animales las bacterias orales podían propagarse de un animal a otro. Esto llevó a la conclusión y a décadas de trabajo sobre la caries como enfermedad infecciosa y transmisible. Se gastaron millones de dólares de investigación en intervenciones contra las caries basadas en esta premisa. Las recomendaciones de salud bucodental de diversas organizaciones estaban dirigidas a prevenir la transmisión de la microbiota oral entre cuidadores y bebés. Entre los consejos se incluía no probar ni compartir la comida del bebé ni besarle en la boca.

Hubo una gran consternación cuando se publicó un informe que analizaba los resultados en la salud de bebés y niños pequeños cuando los padres limpiaban un chupete caído chupándolo o daban a los bebés chupetes nuevos o estériles (B Hesselmar et al. 2013). Se descubrió que la succión del chupete por parte de los padres y el parto vaginal conferían a los niños efectos protectores independientes y aditivos contra el desarrollo de eccema y una menor propensión a desarrollar asma. Así, al principio los niños obtienen gran parte de su microbiota de sus madres biológicas y cuidadores, incluida la oral. Esto cambia a medida que se desarrollan sus contactos sociales y ambientales y tienen nuevas exposiciones. A medida que aprendemos más sobre el microbioma humano, vamos comprendiendo mejor la complejidad del número y la diversidad de organismos que viven sobre nosotros y dentro de nosotros, su importancia para la salud y su contribución al riesgo y la resistencia a las enfermedades. Los descubrimientos del proyecto del microbioma humano son fascinantes y nos ayudan a comprender conceptos como la disbiosis y su papel en enfermedades bucodentales como la caries y la enfermedad periodontal.

Entonces, ¿es correcto compartir la comida con bebés y niños pequeños y darles besos? La respuesta no es un simple sí o no. No hay duda de que los agentes patógenos y las enfermedades pueden propagarse por contacto físico estrecho y a través de fluidos corporales como la saliva. Los recién nacidos con sistemas inmunitarios inmaduros deben protegerse, ya que infecciones como el herpes simple pueden ser letales. Sin embargo, los organismos asociados a la caries son comensales y suelen ser habitantes habituales de los seres humanos y sus cavidades bucales. La Organización Mundial de la Salud considera que la caries es la enfermedad no transmisible más común en todo el mundo. La caries está asociada al consumo de carbohidratos fermentables y a la disbiosis oral, y no se propaga por transmisión de microbios específicos como ocurre en las enfermedades infecciosas. El hecho de que los padres besen a sus hijos forma parte de su íntima relación y transmite importantes mensajes psicosociales de afecto y vinculación social. Sabemos que el consumo de hidratos de carbono refinados está asociado al desarrollo de caries, así que quizá dar el beso y no el azúcar y los caramelos contribuya a una relación más sana y feliz para ambos.

Bibliografía:

Wright, J. Tim. “What’s in a Kiss?” The Journal of the American Dental Association 153, no. 6 (June 1, 2022): 493–94. https://doi.org/10.1016/j.adaj.2022.04.004.

Kort, Remco, Martien Caspers, Astrid van de Graaf, Wim van Egmond, Bart Keijser, and Guus Roeselers. “Shaping the Oral Microbiota through Intimate Kissing.” Microbiome 2, no. 1 (November 17, 2014): 41. https://doi.org/10.1186/2049-2618-2-41.

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